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14 de septiembre de 2009

¡CORRE!

Os voy a contar una experiencia que tuvo mi abuela cuando estudiaba en un pueblecito cercano a La Coruña.

En aquella época era común sentarse en círculo un grupo de amigos frente al fuego y contar historias.

Una amiga de mi abuela contó una historia que había sucedido en el pueblo 10 años atrás, sobre una mujer que habían llevado al panteón central del cementerio y que desapareció súbitamente al momento de pasar por el mismo.

Como era lógico, a la amiga de mi abuela no le creyeron, y pensaron que solo era un relato inventado para divertirse un rato, pero aún así, a pesar de que algún gracioso mostró la opción de acudir en ese momento a ese panteón prefirieron no ir.

En una noche de principios de invierno, mi abuela andaba por la acera de enfrente al cementerio, cuando un hombre que estaba en las puertas del mismo le pidió que parara. Mi abuela creyó que sería un vigilante curioso, y que se pregutaría qué hacía una joven a esas horas de la noche por la calle; pero no fue así. Éste hombre, muy apuesto por cierto, le preguntó:

- Perdone señorita, ¿podría acompañarme al cementerio? Mi madre está enterrada aquí, pero no he venido nunca aquí y no sé manejarme. - dijo tímidamente.

- Claro - respondió mi abuela de buena gana, ya que había pasado mucho tiempo desde el famoso relato del misterioso panteón.

Se acercó a la puerta y la abrió con cuidado. "Qué raro", pensó mi abuela, extrañada de que no hubiera ni una triste luz en el cementerio. Por suerte, Martín, que así es como se llamaba el joven, traía un farolillo.

Con la luz que desprendía el farol, mi abuela pudo verle la cara con más claridad que antes. Era un hombre alto, muy pálido, de cabello rubio y ojos negros como el carbón. Aunque era muy agradable y tímido, mi abuela no se sentía cómoda del todo a su lado. Cada vez que él hablaba, a ella le recorría un ligero escalofrío por el cuerpo.

Había una cosa que le llamaba mucho la atención: procuraba que la luz del farol le iluminara lo mínimo posible; solo se la pudo ver con claridad al principio, cuando lo encendió.

- ¿En qué pasillo está enterrada? - preguntó mi abuela.

- En el mismo centro me dijeron, pero no sé llegar a él.

Ya estábamos llegando al centro del cementerio, cuando al pasar frente al panteón tembló ligeramente el suelo.

- ¿Qué ha sido eso? - exclamó ella alarmada.

- ¿Qué ha sido el qué? - respondió Martín con gran tranquilidad.

- ¿No lo has notado? ¡Se ha movido la tierra!

- Lo siento, no he notado nada.

Lo siguiente que ocurrió fue muy rápido. Martín se giró de pronto hacia mi abuela, mirándola fijamente y comenzó a hablar en un idioma desconocido. Ella corrió, pero tropezó y se cayó de bruces justo frente al panteón del centro. El lugar del temblor.

Antes de que pudiera levantarse, el panteón se abrió por la mitad y de él salió una mujer de aspecto fantasmagórico, que caminaba en dirección a mi abuela con el brazo derecho extendido hacia delante.

Reaccionó a tiempo, gracias a dios, y se levantó rápidamente huyendo despavorida hacia la puerta de salida; pero en cuanto se giró estaba Martín, ahora con la mujer al lado.

Logró esquivarles y corrió, corrió como alma que lleva el diablo, y nunca mejor dicho, hacia casa y no le mencionó ese hecho a nadie hasta mucho tiempo después.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muahahahaha que miedoooo me vino a la mente cuando corriamos con Marta por lodel cementerio xDD
me apasiona tu blog Amy ;)
Te quiero merluza de agua dulce
Pris(:

**Marta** dijo...

a mi me ocurre eso y me quedo completamente paralizada, no se que haría
me ha gustado la historia
bss!!!

sara dijo...

me ha gustado mucho esta historiaa =)
como molaa!!

os vigilo .